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España en permanente campaña electoral
October 31, 2019

La irrupción de Podemos (izquierda radical) y Ciudadanos (centro-derecha) a la política nacional en 2014 (elecciones europeas) y 2015 (elecciones generales) respectivamente, dio por finalizado el sistema bipartidista que caracterizó la política española desde finales del siglo XIX, y dio inicio a un bloqueo político persistente que imposibilitó la formación de un gobierno. A su vez, la aparición del partido de extrema derecha Vox en las últimas elecciones de abril de 2019, y la irrupción de Más País, el nuevo partido liderado por el ex-número dos de Podemos Iñigo Errejón, en septiembre del mismo año, fragmentan los votos tanto de Ciudadanos como de Podemos. Parece que estas cuartas elecciones fortalecerán a los partidos “tradicionales”, el Partido Socialista Obrero (PSOE) y el Partido Popular (PP).

Inestabilidad política e imposibilidad de formar gobierno
Repetir elecciones en España se ha convertido en costumbre. En las elecciones de diciembre 2015 el bipartidismo estalló: el Partido Popular perdió la mayoría absoluta, la izquierda empezó a fragmentarse, y la imposibilidad de formar un gobierno de coalición hizo que la única solución fuese volver a convocar elecciones. Y así fue. Las elecciones fueron convocadas para el 26 de junio de 2016, y el PP obtuvo el mayor número de escaños, pero no la mayoría absoluta.  
Rajoy fue reinvestido por mayoría simple el 29 de octubre gracias al apoyo de Ciudadanos y a la abstención de una parte de los socialistas. Justo antes del debate de investidura, Pedro Sánchez renunció a su cargo de secretario general del PSOE para mantener su No a Rajoy, explicando que no iría ni en contra de su partido, ni en contra de su compromiso electoral. En ese momento, el PSOE se encontraba entre la espada y la pared: o formaba un gobierno alternativo (incluyendo a partidos nacionalistas) o se abstenía en la votación de investidura de Mariano Rajoy. Esta situación dio lugar a una profunda crisis interna del PSOE que acabó en la dimisión de Pedro Sánchez, y en una lucha interna que casi acaba con el partido. Estas elecciones fueron especialmente duras para los socialistas, que no solo tuvieron los peores resultados en cuarenta años en las elecciones generales, sino que su abstención les llevó a ser calificados de traidores por los demás partidos de izquierda, principalmente por Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Euskal Herria Bildu (EH Bildu) y Podemos. Tampoco salvaron los muebles durante las elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco, donde se habló de un auténtico desastre.
Sin embargo, contra todo pronóstico, Sánchez renació de sus cenizas. Regresó al Congreso de los Diputados por primera vez en mayo de 2017, desde que renunció a su acta, después de varios meses de lucha interna en el PSOE y de enfrentamientos que fragmentaron al partido. Un año más tarde, protagonizó una moción de censura contra Rajoy, apoyado por Podemos, por los nacionalistas vascos (PNV y EH Bildu), por Nueva Canarias y los independentistas catalanes (ERC, PDeCat y Compromis). Es importante señalar que unos meses antes tuvo lugar la declaración unilateral de independencia de Cataluña, desencadenando una crisis en la región a la que el PP respondió con la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española . El PSOE se presentó como el partido que podía solucionar la crisis catalana, y los partidos que le apoyaron en la moción de censura confiaban en ello.
No obstante, la paradoja es que Sánchez llegó a ser Jefe del Gobierno gracias al apoyo de aquellos que, pocos meses antes, habían calificado a los socialistas de “traidores”, y también apoyado por los que, meses después, no aprobaron los presupuestos y obligaron a una repetición de comicios.

La pesadilla de los presupuestos
Recién instalado en la Moncloa, Sánchez decidió asumir los Presupuestos Generales del Estado elaborados y aprobados por el PP, y se enfrentó con la necesidad de trabajar en un Congreso donde el PP era mucho más numeroso y que además contaba con la mayoría absoluta en el Senado. Sabía de antemano que la tarea no iba a ser fácil; ya no solo por gobernar en minoría, sino también porque los juicios contra los independentistas catalanes acababan de empezar, y que necesitaba el apoyo de los nacionalistas catalanes para aprobar sus presupuestos. Los socialistas sabían que el juicio del “procés” les iba a afectar, por lo que trataron de posicionarse cautelosamente para que la corriente no les arrastrase.
Los presupuestos presentados contemplaban el mayor gasto presupuestado desde 2010, y Cataluña iba a recibir 2.500 millones de euros más entre inversiones territoriales, financiación autonómica y financiación para los Mossos. También incluían la promesa de retrasar los vencimientos para aliviar la deuda de las autonomías, algo que iba a ayudar considerablemente a la Generalitat. Y como si no hubiese quedado claro que estos presupuestos contenían diversos guiños destinados a recabar el respaldo de los independentistas, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, declaró que se trataba de “cuentas magnificas para Cataluña”.
La condición que ponían ERC y PDeCat al Gobierno para apoyar los presupuestos era poner sobre la mesa la cuestión de la autodeterminación de Cataluña. El Gobierno se negó tajantemente, y los independentistas se negaron a aprobar los presupuestos. Unidas Podemos y el PNV intentaron por activa y por pasiva convencerles para apoyar los presupuestos y poder salir adelante, pero sus esfuerzos fueron en vano. Los socialistas habían llegado al límite de sus posibilidades, y tuvieron que convocar elecciones para abril. No es la primera vez que los nacionalistas catalanes dejan caer a un gobierno socialista, aunque las circunstancias sean otras. En 1996, los nacionalistas catalanes (entonces CDC), rechazaron los presupuestos del Gobierno presidido por Felipe González, forzando una nueva celebración de comicios que los socialistas terminaron por perder. Si hasta hace unos años los votos de los nacionalistas daban estabilidad y permitían formar gobierno, hoy en día se han convertido en un riesgo que ningún partido quiere correr.

Elecciones de abril de 2019: rechazo a un gobierno de coalición y regreso a las urnas
Las elecciones de abril se desarrollaron en un ambiente relativamente tenso, puesto que al mismo tiempo tenía lugar el juicio contra doce líderes independentistas catalanes, que tenían que aclarar cuál era su papel en la declaración unilateral de independencia de octubre de 2017.
El PSOE ganó las elecciones, pero quedó lejos de la tan ansiada mayoría absoluta. Con una participación superior al 75%, el PSOE llegó primero con 28,7% de los votos y pasó de tener 84 diputados a 122. La izquierda consiguió movilizar a gran parte de su electorado para frenar la subida de la extrema derecha. De hecho, cuando salieron los resultados de los comicios, en la calle Ferraz (sede madrileña del partido) los militantes socialistas gritaban “no pasarán, no pasarán” aludiendo a un acto de Vox, recordando la resistencia madrileña a la entrada de las tropas sublevadas durante la Guerra Civil.
El optimismo post-victoria del PSOE pronto se esfumó, debido a la dificultad de formar gobierno. El PSOE quería gobernar “a la portuguesa”, es decir, gobernar en minoría, pero con el apoyo de otras formaciones de izquierda, siendo el socio preferente Unidas Podemos. Sin embargo, la formación morada rechazó la propuesta afirmando que la única forma de garantizar el cumplimiento de un programa social y evitar que se hicieran pactos con la derecha era formar un gobierno de coalición. Los socialistas se negaron, y ambas formaciones iniciaron un auténtico diálogo de sordos que se prolongó durante meses.
Unidas Podemos habían apoyado desde fuera a los socialistas en los últimos meses de gobierno, y en palabras de Pablo Echenique (Secretario de Accion de Gobierno de Podemos), “la última vez que probamos en España la vía portuguesa, el gobierno duró 8 meses, fracasaron los presupuestos generales del Estado y hubo que volver a convocar elecciones anticipadas”.  
Llegado el 24 de septiembre sin haber conseguido formar gobierno, se disolvieron las Cámaras y se publicó el real decreto de disolución en el Boletín Oficial del Estado (BOE), dando inicio a la cuenta atrás de la repetición electoral. El 15 de octubre se publicaron las candidaturas de los partidos que se presentan a las elecciones en el BOE, en el que apareció la nueva formación de Errejón, Más País. Como fue mencionado previamente, la irrupción de esta plataforma fragmentará el voto de la izquierda y los equilibrios políticos, aunque también es posible que absorbe a una parte del electorado que pensaba abstenerse tras haber sido desencantada con el PSOE y UP. Errejón aclaró que la intención de esta nueva formación no era restar escaños al bloque progresista, sino sumarlos, por lo que solo se presentarán en las grandes circunscripciones.
Por consiguiente, los españoles acudirán a las urnas por cuarta vez en cuatro años el próximo 10 de noviembre, en un ambiente cargado de tensión causada por la exhumación de Franco y por la crisis en Cataluña tras la sentencia del juicio del “procés”, pero también en un contexto donde la oferta se ha ampliado y diversificado.

Exhumación de Franco
A Sánchez le molesta haber llegado a ser Jefe del gobierno a través de una moción de censura y no gracias a las urnas, y ha intentado legitimar su posición prometiendo llevar a cabo numerosas reformas. Su golpe maestro fue anunciar la exhumación de Francisco Franco, hasta entonces enterrado en el Valle de los Caídos, un monumento erigido por el dictador para glorificar su régimen, aunque fue construido por presos políticos.
El gobierno de Zapatero lo intentó en noviembre de 2011, cuando la comisión de expertos para el futuro del Valle de los Caídos –creada por el presidente socialista- recomendó la exhumación. Sin embargo, cuando los socialistas perdieron las elecciones de 2012, el PP guardó la recomendación en un cajón y no se volvió a hablar del tema hasta mayo de 2017, cuando el Congreso de los Diputados aprobó una proposición no de ley del PSOE con el apoyo de Unidas Podemos y Ciudadanos, y la abstención del PP y ERC para instar al Gobierno popular a reformar la Ley de Memoria Histórica para exhumar los restos del dictador.

A través de esta decisión altamente simbólica, Sánchez no solo ha logrado lo que sus predecesores no consiguieron, sino también cerrar un capítulo del franquismo y sanar la herida abierta que supone tener enterrado a un dictador en un edificio construido por presos políticos y víctimas del franquismo. Si el monumento del Valle de los Caídos tardó dieciocho años en construirse, la democracia ha tardado cuarenta en corregir, en palabras de Carmen Calvo (vicepresidenta y Ministra de la Presidencia), “con dignidad lo que no era digno”.
La exhumación tuvo lugar el 24 de octubre, y los restos de Franco fueron trasladados al cementerio municipal de El-Pardo Mingorrubio, donde su esposa Carmen Polo está enterrada. El timing de la exhumación es clave: a poco más de dos semanas de las elecciones generales, el PSOE confía en que podría servir para animar a sus votantes en un momento bastante crítico, en el que la sociedad española está cada vez más dividida por la crisis catalana.

Intenciones de voto el 10-N post-sentencia del “procés” y crisis en Cataluña
Según el promedio de sondeos de El País, realizado después de la sentencia del ‘procés’ y en plena crisis en Cataluña, el PSOE se mantiene primero con 27,5% de votos, seguido del PP con 21,6%, Unidas Podemos con 12,3%, Vox con 10,9%, Ciudadanos con 9,9% y Más País con 4,5% de votos. No obstante, es importante tener en cuenta que las manifestaciones y los disturbios en Cataluña siguen teniendo lugar, y que sus consecuencias pueden seguir afectando las intenciones de voto.
De momento, se puede apreciar que la izquierda está bastante estancada y a la baja, y que Cs ha conseguido reducir su caída. Sin embargo, dos partidos están subiendo: Vox y el PP. Este último ha adoptado una nueva estrategia, y Pablo Casado hizo una enmienda a la totalidad de su discurso electoral de abril, en el que adoptó un tono muy agresivo para tratar de frenar la fuga de votos a Vox. Ahora, el objetivo del PP es seducir a los votantes de Cs, dejar claro que el partido naranja no conseguirá darles el sorpasso, y que, en palabras de Casado, “el PP es el corazón, el cerebro y el pulmón del centro derecha español”.
Si bien la izquierda ha mantenido una cierta ventaja frente a la derecha desde las elecciones de abril, en estas últimas semanas su ventaja se ha estrechado. No hay duda, los acontecimientos en Cataluña están impulsando el voto de la derecha, al igual que lo hicieron a principios de 2018, en plena crisis catalana, cuando la suma de PP y Cs llegó a superar a la izquierda en 12 puntos. Hasta hace tan solo cuatro meses, PSOE y Unidas Podemos superaban al PP, Cs y Vox en casi cinco puntos; ahora, su ventaja no llega a dos.

Riesgo de recesión
La inestabilidad política tiene un coste, y en España es bastante alto. Si bien se suele hablar de una discreta recuperación de la economía española, el bloqueo político de los últimos años incrementa el riesgo de una nueva recesión. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), entre 2016 y 2018, el PIB ha pasado del 3% al 2,4%, y se prevé que siga cayendo. No obstante, la incertidumbre a nivel internacional creada por el Brexit y la guerra comercial entre Estados Unidos y China, entre otros, también influye en la desaceleración de la economía europea en general, y a la española en particular.
Sánchez afirmó que se preveía que el crecimiento sea del 2,2%, pero el Banco de España (BdE) ha recortado cuatro décimas su previsión hasta el 2% del PIB para 2019. El gobernador del BdE ha subrayado que el Banco de España contempla un escenario de crecimiento para los próximos años, pero que recientemente se revisaron "a la baja" las previsiones para la economía española.

Conclusión
El cansancio de los ciudadanos de tener que acudir con frecuencia a las urnas es también un factor clave. En las elecciones de abril, la izquierda movilizó a sus votantes y militantes utilizando la amenaza de la extrema derecha; para estas nuevas elecciones, el PSOE se presenta como la única formación capaz de gestionar la situación de Cataluña sin añadir leña al fuego.
Si bien todavía no se han publicado encuestas desde la exhumación de Franco, no cabe duda alguna que formar gobierno será bastante complicado para los socialistas. Si el PSOE decide formar un gobierno de coalición con las fuerzas de izquierda, seguirá necesitando a ERC; un pacto entre Cs y PSOE no es viable, puesto que ambos líderes descartaron esa opción hace meses, y que los militantes socialistas dejaron claro que “¡con Rivera, no!”. Otra posibilidad de gobernar sería conseguir que el PP se abstenga, algo que Pedro Sánchez no ha conseguido hasta ahora; o que los socialistas consigan seducir a los populares y formar una coalición inédita entre el PSOE y el PP.
En definitiva, UP y Cs no han conseguido dar el sorpasso a los partidos “tradicionales” (PSOE y PP), y ningún partido ha conseguido tampoco formar un gobierno de coalición a nivel nacional. Sin embargo, a nivel regional, los partidos sí han conseguido llegar a acuerdos y a formar coaliciones, como en Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla y León, Comunidad Valenciana, La Rioja, Madrid, Murcia y Navarra, pero parece que los enfrentamientos entre los partidos se han convertido en rifirrafes políticos que impiden tomar decisiones favorables al interés general.
Ante este panorama político, cabe preguntarse: ¿se está redirigiendo España hacia un fortalecimiento del sistema bipartidista?

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